La UNI, la Ingenieria de Sistemas y yo

Chicos UNI. Entre ellos, estoy yo (Créditos: Ray Mendoza)


Allá por el año 2001 yo tenía 17 años y dos grandes preocupaciones en la vida: A quién llevar a la fiesta de promoción y qué hacer con mi vida luego de terminar el colegio. Ese año fue un gran año porque ambas cosas salieron mejor de lo que esperaba: el 2001 conseguí a mi primera enamorada y descubrí que mi vocación era ganarme la vida haciendo software.

Lamentablemente, estas aparentes soluciones trajeron más problemas de los que solucionaron: Mi enamorada de estreno era el interés romántico de uno de mis mejores amigos y tenía que escoger la universidad que me acogería por 5 años. Mi madre -y mi enamorada- querían que estudie en Trujillo, mientras que mi padre quería que me fuera a Lima. Además, el bolsillo de mi padre quería que fuera una universidad pública, con lo que varias de mis opciones iniciales fueron desechadas rápidamente.

Me encontraba en medio de esas tribulaciones, cuando llegó a casa el tío Miguel. El tío Miguel es un familiar muy querido, y lo recordaba siempre en su taller de mecánica, rodeado de máquinas enormes y guiando con temple a sus operarios: Siempre que mis hermanos y yo íbamos al taller nos hacía pasar a su oficina, que estaba llena de planos pegados en las paredes y revistas en inglés desparramadas en su escritorio. Las visitas eran siempre agradables porque nos permitía jugar con su regla de cálculo y además hacía trucos de magia que se tornaban en ciencia luego de su explicación.

En aquella visita, el tío Miguel me dejó dos cosas: Un libro de Diseño de Ingeniería y una cita de Theodore von Karman: “Los científicos estudian el mundo tal como es, los ingenieros crean el mundo que nunca ha sido”. El tío Miguel tenía en la pared de su oficina -en un lugar privilegiado- un título de Ingeniero Mecánico de la Universidad Nacional de Ingeniería: luego de esa visita había decidido que yo también quería uno igual y que sería un Ingeniero de Sistemas de la Universidad Nacional de Ingeniería.

Una serie de fracasos y mucha perseverancia fueron los que me llevaron a ingresar a la Universidad. Esos primeros días fueron maravillosos, donde caí en la cuenta que era un privilegio formar parte de un grupo humano con tanto talento y donde muchos compañeros compartían mi pasión por el software. Puse todas mis esperanzas en el curso de Introducción a Ingeniería de Sistemas esperando que me dijeran cómo esta disciplina me permitiría hacer software, sólo para que el profesor las diluya al hacernos ver que la Ingeniería de Sistemas no es una disciplina de Computación, sino un enfoque holístico hacia la resolución de problemas complejos.

Y en nombre de ese enfoque holístico mis compañeros y yo hemos visitado las más diversas disciplinas: tomamos un curso de algoritmos pero no somos gente de computación, estudiamos Microeconomía y Macroeconomía sin ser Economistas, y vimos contabilidad por tres ciclos sin ser contadores. Además, ciclo tras ciclo al menos un profesor nos venía con la cantaleta que la gente que se dedica a hacer software está condenada a la monotonía y a la mediocridad.

Pero yo estaba en la UNI por dos motivos principales: Quería ser Ingeniero -quería crear por medio de la ciencia- y quería hacer software, solucionar problemas mediante las computadoras. A pesar de lo descrito en el párrafo anterior, la UNI me dio dos espacios donde ese deseo podía germinar: el Capítulo Estudiantil de la IEEE Computer Society y el Programa de Ayudantía del Centro de Cómputo. Fue en esos dos grupos donde descubrí que la Ingeniería de Software es una disciplina reconocida en el mundo y que día a día lo está cambiando, que el poder programar es un talento raro y altamente valorado por el mercado y que con mi vocación podía hacer grandes cosas, por el país y por mi.

Llegado el momento de buscar trabajo, descubrí que no estaba sólo en mi vocación. La comunidad Programación-FIIS agrupa a una gran cantidad de egresados de la facultad que ven en la Programación una forma de vida. Fue gracias a ellos que pude desempeñarme como Programador, para caer luego en la cuenta que los egresados de la Universidad -y la facultad- somos altamente apreciados por el mercado y se reconoce nuestra calidad aún por encima de programas propios de Informática o Computación.

Hace ya más de 6 años que me desempeño profesionalmente como Ingeniero de Software y ha sido una ruta bastante gratificante. La profesión me ha permitido interactuar con gente de diversos lugares del planeta, y en empresas como Google he visto de primera mano los niveles de sofisticación que la Ingeniería de Software puede tener y su nivel de impacto en la vida de mucha gente. Fue por eso que me llenó de entusiasmo que la facultad haya intentado acreditarse como Ingeniería de Software y me llenó de tristeza ver la oposición generalizada a esta propuesta, con argumentos principalmente orientados hacia el desmedro de una disciplina que literalmente está transformando la forma en que vivimos.

Personalmente no creo que la Ingeniería de Sistemas sea nociva, es más, la considero necesaria. Pero cuestiono seriamente que se busque enseñar desde programas de pregrado por dos razones: Primero, los programas de pregrado en Ingeniería de Sistemas propiamente dicha son muy raros en el mundo, al nivel que no existe una currícula de referencia para este tipo de ofertas educativas; y segundo, veo muy difícil que jóvenes egresados puedan poner en práctica esta disciplina y que el mercado laboral actualmente tenga necesidad de estos profesionales. Una búsqueda rápida en computrabajo.com pondrá en evidencia que los especialistas en dinámica de sistemas o metodología de sistemas blandos son raramente requeridos.

La realidad es que los egresados de Ingeniería de Sistemas mayoritariamente irán a desempeñarse en dos disciplinas: O Sistemas de Información o Ingeniería de Software. Y lamentablemente, nuestros jóvenes egresados estarán en abierta desventaja contra los egresados de otras universidad que sí les ofrecieron a los estudiantes un cuerpo de conocimiento definido. Recuerdo que en mi primer trabajo como practicante en Ingeniería de Software, mi mentor era otro practicante egresado de otra universidad debido a que su currícula le había dado más experiencia en programación que yo.

Sí me preguntan cuál es el logro del que me siento más orgulloso, diría sin titubear que ingresar la UNI: muchos jóvenes peruanos quieren tener ese privilegio y somos muy pocos lo que lo hemos logrado. En segundo lugar, sería haber egresado de la UNI: los Ingenieros más talentosos que he conocido son de esa casa de estudios y nada se compara a la satisfacción de llamar “colega” al tío Miguel. Pero también me gustaría que la Universidad, y principalmente mi facultad, sean más receptivas con aquellos adolescentes que, cómo yo en su momento, llegan llenos de sueños sobre Software y Computadoras. Tengo fé que esta situación cambiará y pienso hacer todo lo que está en mis manos para que esto suceda.

Publicar un comentario